Jesús Salvador Zurita M.
Poeta
Salvador Zurita Mella nació Puerto Montt el 2 de noviembre de 1922, dentro de la familia formada por el Cabo 2° de cuerpos policiales don Juan Andrés Zurita Cea y su esposa Juana Mella Astete. Su padre falleció trágicamente en junio de 1925, cuando siendo jefe de destacamento cayó con su montura a las aguas correntosas del río Blanco, mientras las cruzaba con sus hombres que regresaban de una captura de delincuentes abigeos en el sector de Yate. Nunca más se supo de infortunado jefe policial, golpeando dolorosamente a la familia con su ausencia.
El infortunado hogar logra salir adelante gracias a tesón de sus miembros. El niño Salvador entra a la Escuela Arriarán Barros y después al Liceo de Hombres de Puerto Montt, donde estudiará hasta el tercer año de humanidades. Se matricula en cursos comerciales anexos, titulándose como contador general. Al mismo tiempo, incursiona en ilustración publicitaria y diseño haciendo pequeñas piezas gráficas para los escaparates de algunas tiendas y pizarras de cines, pero ya entonces va descubriendo que lo suyo son las letras más que el dibujo o la pintura. Por eso viajará a Santiago, para continuar sus estudios en el Instituto Pedagógico Técnico.
Su vida en la capital chilena fue un gran despertar de intereses y posibilidades. «Los libros fueron un hechizo del que no podía escapar», dice Soto Cárcamo. Visitaba asiduamente todas las bibliotecas santiaguinas y se perdía por las viejas librerías de calle San Diego comprando ejemplares. Así, de lector pasa rápidamente a escritor y comienza a incursionar en la poesía. Su principal influencia parece haber sido Pablo Neruda, algo que los expertos advertirán en sus versos y simbologías
Tras su exitosa aventura en los estudios superiores, se titula de profesor de castellano, literatura y taquigrafía. Su vocación social no demora en aflorar: comienza a ejercer como profesor para habitantes de poblaciones obreras y funcionarios de Carabineros de Chile, sin cobrar un solo peso. También escribirá poemas y pequeños cuentos, algunos de los cuales aparecerán después en la revista infantil «El Peneca» y la famosa «Zig Zag», gacetas de entre las más importantes de su época.
Vuelve a su ciudad natal, pero ya no es el mismo que salió de allí. La ciudad, en cambio, es exactamente la misma, con o sin él… Y su impresión inmediata de esto, quedará plasmada en las confesiones que publicó después una revista y que trascribe una alumna del Liceo Comercial, Verónica Vidal, para una nota homenaje del diario «El Llanquihue» de 1993:
«Hace horas que he regresado al pueblo y lo observo todo con ojos prestados; ¡ahí va el muchacho de la carretilla! Allí el abuelito con su saco de papas a cuestas, todo igual que siempre. Los dejé hace muchos años y ahora los encuentro en la misma faena, interpretando una misma pose para una estatua al trabajo ¡pobres amigos míos! ¿Hasta cuándo los dejará tranquilo ese demoroso escultor?»
Luego, comienza a hacer clases de castellano y redacción en el Instituto Comercial (después llamado Liceo Comercial) destacando su esfuerzo por motivar a los alumnos al deporte y a la ilustración personal, organizando también reuniones de conversación en su residencia, en la calle Huasco. Fue el autor del himno del mismo Instituto con su gran amigo el Director de la Banda Instrumental del Regimiento «Sangra», don Raúl Cristi Ormeño. Creó también la biblioteca del establecimiento, su revista y su brigada de boy scouts, al tiempo que intentó sacar adelante proyectos para unificar las mallas curriculares de los institutos comerciales, para lo cual incluso viajó a Perú y Bolivia revisando perspectivas.Para la difusión de las artes, el teatro y la literatura en la juventud, funda el Ateneo Vicente Pérez Rosales. Además, se hace miembro de la Cruz Roja y del Cuerpo de Bomberos.
Jesús Salvador Zurita Mella falleció el 10 de mayo de 1952, en la ciudad de Puerto Montt, a la edad de 29 años. Fue sepultado en el Cementerio General de Puerto Montt, en una tumba que está inspirada en la que tiene el poeta nicaragüense Rubén Darío. Se la distingue por el niño ángel erguido junto a la cripta, y algunos de sus admiradores se acercaban a este sitio a rendir homenaje a la truncada joya literaria del Llanquihue. Sobre su lápida están los versos del poema suyo «Al partir», firmado por sus amigos:
«Mi alma canta ante el abismo de tu lejanía y el sur está llorando porque no estás conmigo…»
Años después, en 1981, Lucía Alvarado Díaz escribía en el «Boletín de la Corporación Cultural de Puerto Montt» estas sentidas palabras de tributo a su recuerdo: «Lo que él deseaba era escribir, luchar por el deporte, por el progreso, por corregir nuestros pequeños y grandes defectos criollos». Toloza paredes diría, por su parte: «Seguramente su nombre no es muy conocido, porque el tiempo mismo se encarga a veces de dejarlo en la distancia», mientras que el columnista Jerjes Olavarría Gallardo lo declaró parte del «Ateneo de los Poetas Muertos».